Según un estudio, los viajes espaciales largos causan más cambios en la expresión génica que los cortos, especialmente en el sistema inmunitario y en la reparación del ADN. En la investigación se ha comparado las variables biológicas del astronauta Scott Kelly, que pasó casi un año en órbita, con las de su gemelo idéntico, Mark, que vivió ese tiempo en la Tierra.
Cuando la NASA decidió analizar dos astronautas gemelos idénticos –uno de los cuales permaneció en la Tierra mientras el otro orbitó durante casi un año–, los expertos no estaban seguros de lo que encontrarían.
Mientras Scott se embarcó en una misión en la Estación Espacial Internacional entre 2015 y 2016; Mark, que ha participado en misiones espaciales más cortas en el pasado, se quedó en Tierra para actuar como sujeto de control genéticamente idéntico.
Scott experimentó un engrosamiento de la arteria carótida, engrosamiento de la retina, pérdida de peso, cambios en los microbios intestinales, reducciones en las capacidades cognitivas, daño en el ADN y cambios en la expresión génica y en la dinámica de la longitud de los telómeros, un biomarcador que ayuda a evaluar la salud y los riesgos potenciales a largo plazo de los vuelos espaciales.
Aunque solo el 91,3% de los niveles de expresión génica de Scott volvieron a los niveles normales o de referencia en los seis meses siguientes a aterrizar en la Tierra, los autores quieren resaltar que esto no significa que el resto de su ADN haya mutado.
Además, una nutrición adecuada y el ejercicio realizado en el espacio provocaron la disminución de peso y un aumento del ácido fólico, vital para la producción de glóbulos rojos, con respecto a su hermano Mark.
“En cuanto a la salud genómica, no vimos nada alarmante. Hubo una mayor respuesta al estrés, pero no mayor en magnitud que la que se observa normalmente en las personas en la Tierra”, ha subrayado Andrew Feinberg, científico de la Universidad Johns Hopkins que ha coordinado uno de los equipos,
Para Feinberg, este estudio sienta las bases para hacer predicciones sobre la función fisiológica y genética de un astronauta durante una misión a largo plazo: “Si sabemos qué esperar, podremos anticipar los problemas de salud y asegurar que los medicamentos y otros remedios estén a mano durante una misión”.
Cambios en los telómeros de los glóbulos blancos
Basándose en los resultados preliminares publicados en enero de 2017, Susan Bailey, de la Universidad del Estado de Colorado (EE UU), encontró que los telómeros de los glóbulos blancos de Scott se alargaban mientras estaba en el espacio. Al regresar a la Tierra, la elongación de los telómeros fue reemplazada por un acortamiento y pérdida acelerados, una consecuencia potencialmente negativa para la salud celular.
“En general, el cuerpo humano se adapta notablemente a los vuelos espaciales durante un período de más o menos un año”, ha explicado Bailey. “Esta es una buena noticia para las misiones de mayor duración que viajan a la Luna y Marte. Los hallazgos servirán para mejorar la evaluación de los efectos sobre la salud de los astronautas a medida que viajen más y más lejos en el espacio”.
“Lo más sorprendente es el alargamiento de los telómeros de Scott en el espacio. Aunque la mayoría de sus telómeros volvieron a los promedios anteriores al vuelo, ahora tiene telómeros más cortos que antes de la misión de 340 días”, ha indicado Bailey.
Estos descubrimientos están en contra de lo que Bailey pensó que podría ocurrir, y se confirman ahora con la publicación en la revista Science de los nuevos resultados que, en general, no apuntan diferencias significativas en la salud de Scott.
Según ha comunicado la NASA, “como la mayoría de las variables biológicas y de salud humana permanecieron estables, o regresaron a los niveles previos, esto sugiere que la salud humana puede ser mantenida en gran medida en vuelos espaciales de esta duración”.