El pronóstico y la forma de tratar algunos cánceres de la sangre como la leucemia linfocítica crónica (LLC), la macroglobulinemia de Waldenström o el linfoma de células del manto se está transformando gracias a la administración de terapias dirigidas en las primeras líneas de tratamiento, tal y como han puesto de manifiesto los expertos participantes en las “Jornadas Eje del Ebro. Avances en Síndromes Linfoproliferativos”, organizadas con la colaboración de Janssen.
Según la doctora Ana Muntañola, adjunta de Hematología Clínica en el Hospital Universitari Mútua Terrassa y una de las moderadoras de las jornadas, en el caso de la leucemia linfocítica crónica, “la aparición de nuevos fármacos ha supuesto un cambio de paradigma en el manejo y el pronóstico de los pacientes. Han mejorado la eficacia respecto a los tratamientos previos con inmunoquimioterapia (IQT), con un mejor perfil de seguridad”. En cuanto al tratamiento de la macroglobulinemia de Waldenström y el linfoma de células del manto (LCM), el doctor Luis Palomera Bernal, jefe de Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, de Zaragoza, y moderador también de estas jornadas, ha destacado el papel que están teniendo los inhibidores de la tirosina quinasa de Bruton (iBTK) en ambas patologías, tanto en pacientes en recaída como, según investigaciones aún en marcha, para pacientes de nuevo diagnóstico.
Mejoras en LLC gracias a las terapias dirigidas
En el caso de la leucemia linfocítica crónica (LLC), un cáncer de la sangre habitualmente de curso crónico que afecta a los glóbulos blancos (el tipo de leucemia más frecuente en los adultos de los países occidentales), la doctora Muntañola ha explicado que alguno de estos nuevos fármacos “han mejorado no sólo la supervivencia libre de progresión, sino también la supervivencia global respecto a los tratamientos que eran el estándar en esta patología”, destacando que “esto se ha conseguido especialmente en los pacientes de alto riesgo biológico en los que los esquemas de inmunoquimioterapia eran menos eficaces”.
Además, muchos de estos pacientes “están polimedicados por otros motivos y todo eso implica una fragilidad que con la inmunoquimioterapia se veía incrementada y muchas veces los pacientes no podían finalizar los tratamientos por toxicidad. Ahora, los tratamientos dirigidos son más eficaces que la IQT (incluso en perfiles de alto riesgo) y bien tolerados, permitiendo que los pacientes mantengan una buena calidad de vida” explica la misma especialista.
“Con las terapias dirigidas, la edad deja de ser un factor primordial en la elección del tratamiento” detalla la doctora Muntañola. Y es que esta enfermedad afecta principalmente a personas de edad avanzada, con una mediana de edad de 72 años en el momento del diagnóstico y que pueden presentar algunas comorbilidades. En este sentido, la doctora afirma que estos nuevos tratamientos permiten no solo que estos pacientes “ganen años de vida”, sino que lo hagan con “una mejora subjetiva de la calidad” de la misma, algo que es muy importante en un grupo de pacientes que define como “frágiles”.
Primera línea y pacientes en recaída con LLC
Respecto a los pacientes no tratados previamente, la especialista subraya “la aparición de combinaciones de fármacos diseñadas en esquemas finitos, o también en algunos estudios, guiados por la calidad de la respuesta”; mientras que en los pacientes en recaída, destaca que siguen siendo importantes “los datos en vida real sobre secuenciación”.
Finalmente, la doctora Muntañola explica que las ventajas que aportan los regímenes en combinación frente a las alternativas disponibles “son relevantes, porque, en primer lugar, suman la eficacia de ambos mecanismos de acción y ofrecen una acción sinérgica, alcanzando respuestas más profundas y prolongadas. En segundo lugar, se trata de un tratamiento finito: al conseguir una respuesta más profunda, permite suspenderlo y se correlaciona con una mayor supervivencia libre de progresión, según los datos disponibles hasta la fecha. Finalmente, hay otras ventajas como la posibilidad de re-tratamiento en la recaída, que expone al paciente durante menos tiempo al riesgo de toxicidades y supone una reducción del coste económico”.
Avances en linfoma de células de manto
Por su parte, el linfoma de células del manto (LCM), más agresivo por lo general que la LLC o MW, también es un linfoma muy poco frecuente, ya que solo representa entre el 2% y el 5% de todos los linfomas.
En este caso, son los pacientes en recaída a quienes se dirige la principal novedad de tratamiento para esta patología, según destaca el doctor Palomera: “Contamos con iBTK que han producido respuestas con resultados muy positivos, lo que los convierte en tratamiento de elección, sobre todo en recaídas tempranas”.
En palabras de este especialista, “si se ha demostrado que los iBTK funcionan bien en pacientes en recaída en LCM, lo razonable sería pensar que pueden tener un beneficio clínico también en primera línea”. De hecho, argumenta que “ya hay estudios que buscan dar respuesta a este planteamiento. En concreto, en el congreso anual de 2022 de la Sociedad Americana de Hematología (ASH por sus siglas en inglés), se presentó una comunicación con los resultados de un estudio europeo con participación española fase III (TRIANGLE) que combinaba estos fármacos con inmunoquimioterapia, mostrando una superioridad frente a ésta en solitario (en pacientes con y sin trasplante). De hecho, se ha visto que esta combinación, si se consolida, permitiría que el trasplante no fuera necesario en primera línea”.
Dos grandes avances en macroglobulinemia de Waldenström
Durante la mesa dedicada a los avances en macroglobulinemia de Waldenström (MW) en estas jornadas, el doctor Palomera identifica dos grandes avances. Por un lado, de acuerdo con el especialista, el mayor conocimiento de la vía de señalización del receptor de linfocitos B y el papel que juega su interrupción a través de los iBTK. De hecho, “esta familia de fármacos ya se ha incluido en los esquemas terapéuticos de la MW, si bien se sigue utilizando la inmunoquimioterapia en primera línea, dejando estos inhibidores como tratamiento de rescate en segunda línea”.
Otro avance destacado es el mejor conocimiento de ciertas mutaciones genéticas “que tienen una utilidad muy importante para el diagnóstico ya que actúan como marcadores de la enfermedad”. En concreto, “del gen MYD88, que está mutado en casi todos los casos; o la del gen CXCR4, que se da en entre un 30% y un 40% de los casos y que, actualmente, pese a no utilizarse en la práctica clínica habitual como marcador, sí puede orientarnos respecto a la respuesta de algunos pacientes a ciertos fármacos”.
La macroglobulinemia de Waldenström es un tipo de linfoma que se caracteriza por la producción excesiva de un tipo de inmunoglobulina de tipo IgM. Es un tipo de cáncer de la sangre muy poco común y de evolución lenta . El doctor Palomera asegura que no hay estimaciones exactas acerca del número de personas afectadas en España, pero pone en valor la creación hace menos de un año de un registro a nivel nacional de MW, “con un número importante de hospitales involucrados y que ya lleva incluidos a cerca de 2.000 pacientes”.