El malestar y la irritación son estados de ánimo normales que las personas manifestamos ante conductas que consideramos hostiles o no cumplen nuestras expectativas. Algunas personas tienden más a la irritabilidad, mientras que otras no lo hacen. Del mismo modo, una misma persona puede tener diferentes reacciones en función de cómo se encuentre cada día.
Sin embargo, si nuestro mal humor es muy frecuente o está presente aunque no tengamos motivos aparentes, puede que debamos aplicar algunas estrategias para reducirlo. Es importante destacar que la irritabilidad no se considera una patología. No obstante, sí puede afectar gravemente a nuestras relaciones con familiares, amigos o compañeros de trabajo.
¿Por qué nos volvemos irritables?
Los psicólogos definen la irritabilidad como un estado emocional, es decir, algo pasajero. Sin embargo, en algunos casos puede llegar a ser crónica. La persona que la sufre tiende a responder de forma excesiva ante estímulos que considera como contratiempos y esto puede llevarle a tener reacciones hostiles como gritarle a otra persona o ignorarla. Cuando esto sucede, la persona está teniendo dificultades para regular sus emociones y se siente sensible, tensa o nerviosa. Así, este mal humor se vuelve negativo tanto para quien lo sufre como para su entorno.
Esta sensación de sensibilidad puede deberse a muchos motivos. Esto son los más frecuentes:
- Alteraciones físicas: un desequilibrio hormonal, una mala alimentación o el dolor crónico pueden afectar a nuestro estado de ánimo.
- Falta de descanso: cuando dormimos mal o menos de lo necesario, solemos estar más irritables y sensibles ante los estímulos externos.
- Trastornos depresivos: la depresión también puede mostrarse en una persona a través de una mayor irritabilidad.
- Frustración: cuando somos demasiado autoexigentes con nosotros mismos, podemos sentirnos frustrados si no logramos todos nuestros objetivos. Esto impacta en nuestro estado de ánimos, poniéndonos más nerviosos e irascibles.
- Estrés o ansiedad: sentir una presión excesiva o no saber qué nos depara el futuro puede alterar nuestra estabilidad emocional y aumentar nuestra irritabilidad.
¿Qué podemos hacer para evitar la irritabilidad?
Una vez identificada la causa de nuestro mal humor, podremos intentar reducirlo o controlarlo a través de diferentes estrategias.
- Reflexionar: es útil pensar cómo nos hemos sentido, por qué y cuál ha sido nuestra reacción cuando nos hemos enfadado. Esto nos ayudará a adelantarnos a la situación la próxima vez y controlar nuestra conducta.
- Autocuidado: planificar en nuestro día a día actividades que nos gusten y que nos ayuden a sentirnos mejor reducirá nuestros niveles de estrés y ansiedad y, con ello, nuestro mal humor.
- Mantener hábitos saludables: como comentábamos, la alimentación y el descanso tienen un gran impacto en nuestro estado de ánimo. Llevar una dieta equilibrada, realizar actividad física y mantener buenos hábitos de descanso reducirá nuestra irritabilidad.
- Moderar nuestras expectativas: cuando nos sentimos frustrados, estamos mucho más irascibles. Por este motivo, debemos evitar caer en una excesiva autoexigencia y asumir que no todo va a salir como esperamos.
- Trabajar la empatía: debemos plantearnos cómo afecta nuestra irritabilidad a las personas que nos rodean. Comportamientos impulsivos como gritos o malas contestaciones pueden dañar nuestras relaciones sociales y provocar que las personas se alejen.
- Evitar el alcohol y drogas: estas sustancias alteran nuestro autocontrol y pueden hacer que reaccionemos de forma más primaria o impulsiva.
Como hemos visto, tras la irritabilidad de una persona puede haber multitud de causas. Por ello, cuando nos encontremos con una persona especialmente irascible, debemos evitar estigmatizar su mal humor, porque la hará sentir más culpable y posiblemente contribuya a empeorar su estado de ánimo.