Nuestro organismo está habituado a protegernos frente a la pérdida de peso. En el pasado, las fuentes de alimentos no eran estables y aferrarse a las calorías extra en épocas de hambruna suponía un mecanismo de supervivencia fundamental.
Es por eso que nuestros antepasados nos han dejado un legado genético que nos ayuda a acumular energía suficiente en forma de tejido graso en las épocas de abundancia. También a buscar los alimentos más ricos y sabrosos. Mecanismo que no hace sino propiciar las tasas de sobrepeso y obesidad actuales.
¿Cómo nos afecta la temperatura ambiental?
Es precisamente este mecanismo regulador del apetito el que actúa ante los cambios de temperatura ambiental. En invierno, cuando en el mundo natural el alimento escasea, nuestro cuerpo está acostumbrado a mantener la grasa corporal.
Tal como revelaba un estudio de la Universidad de Exeter, las personas enfrentan impulsos subconscientes de comer en exceso en invierno. En esta época del año nuestro cuerpo demanda más energía para regular las bajas temperaturas y elevar nuestra temperatura corporal.
En cambio, durante los meses de verano, se produce el efecto contrario. Debido a las altas temperaturas, el cuerpo no necesita tanta energía para producir calor, por lo que la cantidad de alimentos que demanda es menor. Por eso es habitual que la sensación de hambre disminuya.
Comer menos cantidad nos ayuda a refrigerarnos, ya que de este modo tenemos más sangre circulando por debajo de la piel y mucha menos en el intestino, atendiendo a la digestión.
¿Qué alimentos escoger en verano?
Para combatir la falta de apetito, es fundamental mantener una dieta saludable, a pesar de los cambios de rutina. Comer más veces fuera y peor no hace sino propiciar la sensación de falta de hambre, ya que se ralentiza el proceso digestivo e impedimos a nuestro cuerpo dedicar recursos a la refrigeración.
En esta época del año, además, es recomendable aumentar la cantidad de agua y de líquidos en general que bebemos, sin esperar a tener sed. Además, se aconseja comer más veces y en menor cantidad, y reposar después de las comidas.
En cuanto a los alimentos a consumir, es preferible que estos tengan un alto contenido en fibra. También es bueno escoger alimentos ricos en agua. Las frutas y las verduras se convierten así en el aliado ideal para combatir las altas temperaturas.
Se deben evitar los alimentos copiosos o grasientos que ralenticen la digestión. Tampoco es aconsejable el consumo de alcohol, pues este produce deshidratación en nuestro organismo.