La EFPIA alerta: sin innovación en salud, Europa perderá su poder económico

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La creciente rivalidad geopolítica y la transformación del escenario económico global están obligando a redefinir qué significa hoy el poder de una nación. Ya no basta con medir la fortaleza estatal en términos de defensa, control de materias primas o acceso a tecnologías críticas.

Según advierte la Federación Europea de Asociaciones de la Industria Farmacéutica (EFPIA), el verdadero motor del crecimiento, y el recurso estratégico más infravalorado es la salud de la población.

En un análisis reciente, la EFPIA subraya que “una población sana es el activo más valioso de cualquier nación”, y sostiene que el bienestar físico y productivo de los ciudadanos debe considerarse un elemento central de la competitividad global.

En este sentido, las cifras que maneja el sector refuerzan este argumento. Las enfermedades no transmisibles, como el cáncer, la diabetes o las patologías cardiovasculares, representan más del 70% de todas las muertes registradas a nivel mundial. Detrás de cada caso no solo hay sufrimiento, sino también una pérdida económica directa.

Los datos muestran que esta tendencia podría revertirse. Según las investigaciones citadas en el informe, el uso eficaz de las intervenciones disponibles, incluyendo medicamentos y tecnologías sanitarias ya existentes, permitiría reducir en un 40% la carga mundial de morbilidad para 2040. Este avance tendría un impacto económico extraordinario, con un incremento potencial de 12 billones de dólares en el PIB global.

La inversión sanitaria, una herramienta de poder económico

La EFPIA insiste en que la innovación médica no es un gasto, sino un multiplicador económico. Por cada dólar invertido en salud, los países pueden obtener un retorno de hasta cuatro dólares, un rendimiento que fortalece sus estructuras productivas y su capacidad de resiliencia.

En un escenario de competencia económica entre bloques, una fuerza laboral sana y de alto rendimiento se convierte en un recurso tan estratégico como la energía o los semiconductores.

El caso del cáncer de mama ilustra de forma especialmente significativa esta relación entre salud e impacto económico. Cada año se diagnostican más de 2,3 millones de casos en el mundo, una cifra que afecta principalmente a mujeres, quienes asumen el 76% de las responsabilidades globales de cuidados. Esta carga se traduce en un impacto económico estimado en 20 billones de dólares anuales, que afecta tanto a las familias como al desarrollo productivo de los países.

La investigación del instituto WiFOR muestra las enormes pérdidas económicas asociadas al cáncer de mama HER2+, un subtipo agresivo que representa uno de cada cinco casos. Entre 2024 y 2032, se prevé que diez economías clave pierdan más de 992.000 millones de dólares en productividad debido a esta enfermedad.

Sin embargo, la introducción de tratamientos innovadores podría añadir casi 9.000 millones de dólares al PIB de estas mismas economías en el mismo periodo, favoreciendo que las pacientes puedan reincorporarse a sus trabajos y responsabilidades sociales.

El análisis destaca un dato contundente para los responsables políticos: el tratamiento del cáncer de mama HER2+ en etapas tempranas genera un impacto económico y social un 20% mayor por paciente que la intervención en fases avanzadas, lo que refuerza la importancia de la prevención, el diagnóstico precoz y el acceso rápido a terapias innovadoras.

La innovación médica, clave para la seguridad y resiliencia nacionales

En un contexto marcado por presupuestos ajustados y decisiones fiscales difíciles, la tentación de relegar inversiones a largo plazo es comprensible. No obstante, los datos demuestran que las políticas sanitarias centradas en la innovación generan retornos sostenidos en productividad, bienestar y estabilidad económica.

La EFPIA concluye que las naciones que prosperarán en las próximas décadas serán aquellas que integren la salud como un activo estratégico y no como un gasto. El organismo defiende la necesidad de una mayor cooperación entre los ministerios de salud, finanzas e industria para orientar las inversiones hacia un sistema que permita a las sociedades ser más innovadoras, productivas y resilientes.

Según la Federación, el nuevo terreno del liderazgo global no se construirá únicamente con infraestructuras militares o tecnológicas, sino sobre la fortaleza silenciosa de una ciudadanía sana y plenamente integrada en la vida económica y social de sus países.

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