El estudio de los chimpancés es bastante reciente, de hace unos 50 años. Si no existieran investigaciones sobre estos animales los humanos no habríamos sido capaces de comprender las grandes similitudes entre ellos y nosotros o que, en algunos aspectos, nos superan como en el caso de la memoria visual.
Tetsuro Matsuzawa, director del Instituto de Investigación de Primates la Universidad de Kioto, ha estudiado la inteligencia de los chimpancés durante más de 4 décadas para comprender, a través de ellos, cómo ha evolucionado nuestra mente.
En su laboratorio, en la Universidad de Kioto, tiene una «socia», según él mismo dice. Se trata de Ai, una hembra de chimpancé que conoció con un año de edad y que protagoniza gran parte de sus investigaciones.
En 2000 Ai tuvo una cría (Ayumu) que, a diferencia de lo que se hacía antes en el laboratorio, no ha sido separado de su madre para continuar con la investigación. “Pensamos que no era lo correcto. Ella está presente en los estudios y gracias a esta actuación directa podemos trabajar sin protección”.
De hecho, el equipo es capaz de sentarse para hacer un encefalograma o una ecografía y observar así el volumen del cerebro de un feto y su evolución de manera colaborativa.
Además de Ai y Ayumu, en el Primate Research Institute viven otros chimpancés que entran y salen libremente de sus jaulas y participan también cuando ellos quieren en los diferentes ensayos cognitivos que los investigadores preparan. “No los forzamos a hacer estos experimentos y cada uno recibe unas tareas adecuadas”.
Les enseñaron, por ejemplo, el abecedario y letras en japonés que se traducen por algunos colores. “No existe ninguna relación entre el símbolo de la letra en japonés y el color, y aun así lo identifican. Para eso hace falta algo de imaginación”, asegura el director.
Esta sería la principal distinción entre humanos y chimpancés. “La imaginación es una fuerza única del ser humano y es la base para entender la mente de los demás. Los chimpancés viven en el presente, nosotros también tenemos pasado y futuro. Ellos viven aquí y ahora, no tienen ansiedad. Nosotros tenemos esperanza”.
En libertad, los chimpancés aprenden las destrezas de sus mayores a través del llamado «aprendizaje por el maestro» que, a diferencia de los humanos, implica que no enseñan a su prole sino que esta aprende por observación. “Les muestran un modelo que la cría repite porque tiene una motivación muy fuerte. El adulto manifiesta una tolerancia muy alta para dejarles observar y aprender”.
“Solo los bebés humanos lloran por la noche. Las crías de chimpancé no lo hacen porque la madre siempre está ahí”. Asimismo, los comportamientos de colaboración de madre a hijo existen, pero no al contrario: “he visto como una madre tiende una mano a su cría, pero no al revés”.
Tetsuro Matsuzawa subraya: “la gente piensa que somos la criatura más inteligente en el mundo, que no somos como los perros, las tortugas o las aves, pero yo digo que no. Los chimpancés son mejores capturando los números del 1 al 9. Esto es algo 100 % seguro. Muchos han intentado replicarlo y ningún humano puede competir con los chimpancés jóvenes”.
El primatólogo ha comenzado ahora a estudiar a los bonobos, que tienen hembras dominantes, sus comportamientos sexuales son muy diferentes y tampoco se matan entre ellos. También a los gorilas, a los monos japoneses y a los orangutanes. Pero su idea es seguir a los chimpancés tanto tiempo como pueda.