Nature Neuroscience ha publicado un estudio que evidencia dos patrones bien diferenciados en nuestro cerebro: algunas personas se adaptan espontáneamente al ritmo de los sonidos del habla, mientras que otras no lo hacen. Ambos grupos presentan diferencias en aspectos funcionales y estructurales de la red cerebral del lenguaje, así como en la capacidad de aprender palabras nuevas.
El estudio, realizado por investigadores del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Barcelona (UBNeuro) y del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), profundiza en la vinculación entre los ritmos motores del habla –los movimientos coordinados de la lengua, los labios y la mandíbula– y las señales de audio del habla.
Diseño de las pruebas
Para ello, los participantes se sometieron a una prueba en la que, durante un minuto, tenían que escuchar una secuencia rítmica de sílabas y, al mismo tiempo, debían susurrar continuamente la sílaba “ta”, estableciéndose así dos grupos bien diferenciados entre sí: los ‘buenos sincronizadores’ y los ‘malos sincronizadores’.
El estudio revela que los primeros tienen más facilidades a la hora de aprender palabras nuevas escuchadas en habla continua. Además, presentan más materia blanca en las vías que conectan áreas de percepción del habla (oído) con áreas de producción de voz (habla) y se acompasan mejor a los estímulos, gracias a la parte del cerebro implicada en la planificación motora del lenguaje.
Esto implica, en palabras de Ruth de Diego Balaguer, investigadora de la Unidad de Cognición y Plasticidad Cerebral del IDIBELL y la UB, “que las áreas relacionadas con la producción del habla también están implicadas en la percepción del habla, lo que probablemente nos ayuda a hacer un seguimiento de los ritmos de voz externos”.
Para analizar estas diferencias, se obtuvieron datos de resonancia magnética mediante la técnica de tensor de difusión, que permite reconstruir las fibras de sustancia blanca que conectan las diversas regiones cerebrales. Además, se realizó un estudio de magnetoencefalografía (MEG) en el que se registró la actividad neuronal mientras los participantes escuchaban pasivamente secuencias rítmicas silábicas.
Nuevas aplicaciones de la investigación
Si bien diversas investigaciones habían analizado la sincronización entre nuestros movimientos corporales y el ritmo musical –revelando que esta es muy buena aún sin esfuerzo ni formación previa– hasta ahora, se sabía muy poco de cómo funciona nuestra sincronización con el ritmo del habla.
Este estudio podría ayudar a caracterizar las diferencias individuales y potenciar la investigación lingüística: “Pensamos que el uso de esta prueba podría reforzar el diagnóstico precoz de diferentes patologías (por ejemplo, alzhéimer, párkinson o esclerosis múltiple) y ayudar a evaluar el desarrollo cognitivo-lingüístico de los niños”, concluye de Diego Balaguer.