Los leucocitos forman parte del sistema inmunitario ayudando a combatir infecciones, gérmenes, bacterias y otras enfermedades. Esta es su función principal y cada tipo de leucocito tiene una misión diferente para defender al organismo de agresiones externas.
Existen diversos tipos de leucocitos
- Monocitos: Son los de mayor tamaño y representan de un 2 al 8% del total de glóbulos blancos en el organismo. Sus funciones principales son la eliminación de tejidos muertos o dañados y la destrucción de células tumorales. Para ello, los monocitos llevan a cabo un proceso de fagozitación que consiste en “comerse” a los patógenos. Un solo monocito puede llegar a ingerir hasta 100 bacterias en su tiempo de vida.
- Linfocitos: Son células que regulan la respuesta inmunitaria frente a amenazas externas produciendo anticuerpos e inmunoglobulinas. Los linfocitos B detectan los patógenos y los inmovilizan y los linfocitos T neutralizan la infección en las células que han sido infectadas por el patógeno externo.
- Granulocitos: Pueden ser neutrófilos, eosinófilos y basófilos. Los neutrófilos son los leucocitos más abundantes en el organismo, constituyendo cerca del 60-70% total de glóbulos blancos. Son células que atacan a las infecciones por medio de un proceso de fagocitosis y la liberación de enzimas hidrolíticas que son destructivas frente a patógenos infecciosos. Los eosinófilos son granulocitos que funcionan frente a reacciones alérgicas o infecciones parasitarias y tienen una mayor presencia en los tejidos. Finalmente, existen los leucocitos de tipo basófilos que liberan histamina, heparina, serotonina y otros compuestos esenciales frente a las reacciones alérgicas.
¿Qué indican los niveles de leucocitos?
La prueba del recuento sanguíneo contabiliza el número de leucocitos en sangre. Los niveles de presencia de leucocitos en sangre sirven para detectar infecciones, inflamaciones, enfermedades inmunológicas, alergias y leucemias. En adultos sanos la cifra normal de glóbulos blancos es de 5.000 a 10.000 por milímetros cúbicos.
Una baja presencia de leucocitos da lugar a una leucopenia, y generalmente, es debido a un nivel reducido de neutrófilos, lo que se denomina neutropenia. Las personas que sufren neutropenia grave son más susceptibles a sufrir infecciones respiratorias y digestivas.
Un exceso de leucocitos también provoca leucocitosis, que puede indicar la existencia de una infección o leucemia. De hecho, la leucemia es una enfermedad relacionada con los leucocitos.
La sobreproducción de glóbulos blancos implica que estos crezcan de forma acelerada y, por tanto, no se formen de la manera adecuada. Esto hace que los leucocitos producidos sean incapaces de ejercer adecuadamente su función defensiva. En consecuencia, será más probable que el paciente sufra infecciones con más frecuencia.
Los leucocitos malformados se transforman en blastos
Los blastos son células que se forman a partir de células inmaduras que, si hubiesen crecido bien, serían linfocitos. Cuando la presencia de al menos un 20% de células en la médula ósea son blastos se determina que existe leucemia. La leucemia aguda linfoblástico ocurre con este tipo de blastos. En cambio, la leucemia no linfoblástica y la leucemia mieloide aguda se detectan con la presencia de blastos que provienen de células malformadas que habrían dado lugar a otros glóbulos sanguíneos.