En verano es necesario beber tres o más litros de agua al día.
El aumento de temperaturas debido a la incidencia del sol en verano trae consigo el aumento de posibilidades de deshidratación. La forma de cobatir esto es muy sencilla: beber agua. Pero, ¿Cuánta agua debemos beber en verano para una correcta hidratación?
El cuerpo de un ser humano adulto está formado por agua en un 60% . Esto hace que la hidratación de nuestro cuerpo sea clave para vivir. Si bien podríamos sobrevivir unas semanas sin comer, el máximo de días que viviríamos sin agua oscila entre tres y cinco. Además, el organismo no está dotado de grandes reservas de agua, por lo que es necesario un aporte constante de hidratación, especialmente en verano cuando el calor aumenta.
Si no nos hidratamos bien, la temperatura del cuerpo aumenta y produce síntomas como sequedad de labios y boca, pocas ganas de orinar, apatía y cansancio. Nuestro cuerpo pierde más agua con las altas temperaturas. Cuando la cantidad de líquido que entra en el cuerpo es inferior a la que se elimina, es cuando entramos en estado de deshidratación.
La sed es la primera señal de que debemos beber agua
Cuando notamos sed significa que nuestro cuerpo ya ha perdido en torno al 1% del líquido que se necesita para vivir, siendo especialmente vulnerables a la deshidratación los niños, las mujeres embarazadas o durante la lactancia y los ancianos.
La sed ya es una señal de alerta de déficit, significa que el proceso de deshidratación ya ha empezado. Por tanto, si esperamos a tener sed para beber significa que ya ha saltado la alarma en nuestro organismo.
¿Cuánta agua se debe ingerir y cómo?
En circunstancias normales es recomendable ingerir unos dos litros de líquido al día. Pero en situaciones especiales, como en las olas de calor de verano, es necesario beber tres litros o más. Es lo que recomienda también la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), entre 2 y 2,5 litros de agua al día y 2,6 litros en las mujeres durante la lactancia.
El agua debe beberse de manera continuada y dando pequeños sorbos. Una pauta podría ser, según el Instituto de Investigación, Agua y Salud, “ingerir unos 330 ml cada dos horas o 150 ml cada hora”.
Además se recomienda evitar que el agua esté muy fría o muy caliente; mantenerla entre 10ºC y 15ºC facilita su absorción. El agua muy fría da la sensación de que elimina la sed más rápidamente y, por tanto, no se llega a beber la cantidad de agua suficiente.
Un 80% del líquido procede de agua; un 20% aproximadamente procede de alimentos como fruta y verdura.