Los cambios hormonales propios del embarazo afectan a la mujer en todo su organismo, y la piel no es una excepción. Es habitual que esta se vuelva más sensible e irritable y que aumente, además, el espesor de la dermis y de la epidermis, favoreciéndose la retención de líquidos que aumenta el volumen y la turgencia cutáneos.
Además, hasta el 90% de las mujeres embarazadas presentan estrías, sobre todo en el último trimestre de la gestación. Estas son la consecuencia de una rotura de la dermis, bajo una epidermis intacta, cuyo resultado son líneas de piel atrófica, con trayectos lineales o zigzagueantes.
La etapa del embarazo lleva asociada, también, un aumento generalizado de la pigmentación. De esta forma, es frecuente que el color de la piel se oscurezca, sobre todo en cicatrices, lunares, pecas o en los alrededores del ombligo, los genitales, las areolas del pecho, las axilas y la cara interna de los muslos.
Además, puede aparecer la conocida “máscara del embarazo”, también denominada melasma o cloasma, que se caracteriza por unas manchas oscuras o pardogrisáceas, normalmente simétricas, que se localizan principalmente en las mejillas, la frente y el labio superior.
¿Qué medidas de protección seguir durante el embarazo?
Aunque estas manifestaciones suelen desaparecer tras el parto, una correcta protección solar durante el embarazo puede ayudar a que no permanezca tras este. Además, no solo se trata de proteger la piel por estética. La insolación, además de generar lesiones y quemaduras, puede producir golpes de calor, mareos y fiebre, situaciones que la embarazada debe evitar.
La mejor prevención es la fotoprotección integral: la aplicación diaria de cremas faciales que hidraten la piel formuladas con fotoprotectores solares evitará la formación del cloasma. El fotoprotector más adecuado durante el embarazo será uno que tenga un alto índice de protección frente a un amplio espectro de radiación: rayos ultravioleta A, B e infrarrojos.
También es recomendable, sobre todo en verano, vestir con sombrero, camiseta y gafas, además de beber agua frecuentemente y evitar exponerse al sol durante la franja horaria de 12 a 16 h. No se debe olvidar la importancia de reaplicar el fotoprotector en cantidad suficiente sobre la piel con regularidad, mínimo cada 2 horas.
¿Cómo elegir el protector solar más adecuado?
Existen dos tipos de rayos UV perjudiciales para nuestra piel. Los rayos UVA, aunque broncean, son potencialmente peligrosos, pues llegan a lo más profundo de la piel, y son los responsables de su envejecimiento. Los UVB penetran menos en la piel pero causan quemaduras.
Ambas radiaciones son factor de riesgo para el desarrollo del cáncer de piel, por eso, especialmente durante el embarazo, etapa en la que la piel es más sensible, debemos utilizar protectores solares que eviten la exposición a ambos tipos de radiaciones.
La OCU recomienda elegir las cremas solares en función de ambos valores:
- El factor de protección anunciado (SPF) es el de los UVB. Indica el número de veces por el que se multiplica el tiempo que se puede permanecer al sol sin quemarse, pero hay que tener en cuenta que, aunque esta no se queme, la piel sufre. Por eso es recomendable utilizar, como mínimo, un factor de 30 a 50 (alta protección, para pieles muy claras); o 50+ (protección muy alta, especial para niños). Un factor 30 bloquea el 97% de los rayos UVB. Un SPF 50 bloqueará un 98%.
- La protección frente a los rayos UVA debe ser como mínimo un tercio. Una crema con factor 30 tendrá un factor de protección frente a UVA de 10.
Además, es recomendable que los productos combinen principios activos antioxidantes y con acción despigmentante, para disminuir la producción de melanina propia de esta etapa.
Por último, deberán actuar sobre luz visible e infrarroja además de ante el UVB y UVA, ya que todo el espectro es responsable de la acentuación de manchas previas y la aparición de nuevas.