El insomnio crónico produce importantes pérdidas anuales en el PIB de países de renta alta

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Según el informe “Carga social y económica del insomnio en adultos” el insomnio crónico produce una pérdida anual en el PIB de aproximadamente 372.000 millones de euros en países de renta alta. Esto se debe a que el insomnio se ha asociado a un impacto económico anual significativo debido a la pérdida de productividad en el puesto de trabajo. Los adultos con insomnio son más propensos al absentismo laboral y son menos productivos; en términos de costes indirectos, el insomnio crónico se ha relacionado a unos 11-18 días de absentismo, 39-45 días de presentismo y 44-54 días de pérdida general de productividad al año.  Así, los costes indirectos del insomnio crónico asociados a la pérdida de productividad laboral oscilan entre 1.600 y 185.000 millones de euros del PI) y las pérdidas anuales intangibles de bienestar entre 1.300 y 113.300 millones de euros (un total de 213.600 millones de euros).

El informe, realizado por la organización internacional de investigación RAND Europe con la colaboración de la compañía Idorsia, ha tenido como objetivo identificar y cuantificar la carga social y económica del insomnio; es decir, sus efectos más allá del impacto en la salud y atención sanitaria. Por ello se describen los efectos del insomnio en relación a costes económicos indirectos (no relacionados con la atención sanitaria) y costes intangibles (no detectados directamente en transacciones económicas, pero que tienen un impacto en la salud o bienestar de un individuo) en 16 países: Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Grecia, Italia, Noruega, Portugal, Reino Unido, Suecia y Suiza.

Las proyecciones económicas del estudio encuentran que eliminar los efectos del insomnio mediante políticas de prevención, educación, diagnóstico rutinario y tratamiento temprano aumenta la productividad en el trabajo y, por consiguiente, tiene un efecto positivo en el producto interior bruto (PIB).

Altos costes intangibles

La investigación también se ha centrado en los costes intangibles que genera el insomnio, por estar estrechamente vinculado con el deterioro de la calidad de vida. Por ello, según el informe, en promedio, los adultos que sufren insomnio están dispuestos a renunciar a un 14% de la renta per cápita anual de su hogar a cambio de obtener el mismo grado de satisfacción con su vida que aquellas personas que no padecen insomnio. En esta línea, la doctora Carmen Bellido Cambrón, Investigadora y Coordinadora del Servicio de Prevención de Riesgos Laborales en el Hospital de Castellón y Coordinadora de Grupo de Trabajo, Económica y Empresa de la Alianza por el sueño, ha señalado que “para una adecuada salud laboral, es necesario que los empleados tengan un sueño reparador y de calidad. Existe una relación bidireccional entre sueño y trabajo; si no duermes bien por las noches, no serás productivo durante el día y serás más propenso al absentismo laboral, tendrás hasta un 88% más probabilidad de accidentes en el trabajo e in itinere, reducirás tu productividad, disminuirá tu satisfacción laboral, serás una fuente de conflicto con tus compañeros en el trabajo y sin ser consciente de ello, estarás dañando tu salud física y mental. Establecer programas de prevención de este riesgo laboral es clave para las organizaciones”.

Cómo reducir la carga social y económica del insomnio

El estudio concluye con una serie de estrategias a nivel político, de investigación y de práctica clínica para mitigar y paliar las consecuencias que el insomnio está teniendo en la economía mundial y en el bienestar social. Entre ellas, instan a los gobiernos y a los sistemas de servicios sanitarios a incorporar en las estrategias nacionales de salud pública el sueño, a impulsar campañas de salud pública que hagan hincapié en la importancia de una adecuada higiene del sueño y a implementar la detección precoz sistemática del trastorno de insomnio en las visitas médicas de rutina mediante screening. También al establecimiento de protocolos coordinados entre los diferentes niveles asistenciales para garantizar a los pacientes un acceso oportuno al diagnóstico y tratamientos, así como la formación actualizada sobre este trastorno en las facultades de medicina, y a proporcionar acceso y reembolso a la innovación farmacológica segura, respaldada por datos científicos.

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