El atún es un alimento que está presente en casi todas las despensas. Puede prepararse de mil maneras y supone un alimento fresco y versátil, capaz de combinarse hasta de la forma más rara que puedas imaginarte.
El atún tiene un alto contenido en omega 3, un ácido que nuestro cuerpo no puede fabricar y que resulta indispensable para mantenerse saludable. Además del omega 3, tiene un alto contenido de proteínas y otros nutrientes como vitaminas y minerales.
Todos estos componentes son muy beneficioso para la salud ya que, por ejemplo, el omega 3 ayuda a prevenir enfermedades relacionadas con un alto nivel de colesterol malo. Sin embargo, el consumo de atún es hasta tres veces mayor de lo recomendado porque la mayoría desconoce los riesgos de intoxicación por una pequeña cantidad de mercurio.
Además de esto, tiene un alto contenido calórico y de sodio, junto con el mercurio, que se convierte en metilmercurio. Este es un metal pesado que el cuerpo humano es incapaz de metabolizar y eliminarlo supone un problema. En el consumo de pescado graso -azul- de gran tamaño, como el tiburón, el pez espada o, precisamente, el atún o el bonito del norte, los niveles de mercurio varían, pero en todos los casos se trata de pescados azules que pueden generar una intoxicación alimentaria por la exposición al mercurio.
¿Qué peligro implica comer demasiado atún?
La lata de atún es uno de esos productos que echamos por inercia al carrito de la compra. No puede faltar en ninguna de nuestras ensaladas y, por tanto, es un alimento que comemos muy a menudo.
Sin embargo, el alto contenido en mercurio, que ya se ha indicado, resulta ser un peligro para la salud ya que no lo excretamos con facilidad y se va acumulando en el organismo. Va pasando de unos animales a otros y se va fijando en la musculatura. Cuanto mayor es y más tiempo vive un ejemplar, más cantidad de metilmercurio acumula. Así es como llega a nuestra mesa.
Además, cuanto más peso, más mercurio acumula. Por ello, el atún rojo es el más peligroso. Pesa hasta 400 kilos, mientras que el bonito, por ejemplo, apenas llega a los 10. Sin embargo, un consumo excesivo de ambos puede ocasionar problemas de salud.
Lo recomendado sería no pasarse de dos o tres raciones de los pescados con menos mercurio, como el atún tongol o el bonito listado, o una de los que más contienen: el atún blanco y atún claro.
Es importante destacar que las latas de atún presentan menos riesgo que el fresco, pero que también tienen mercurio. A la hora de comprar las latas hay que fijarse en las etiquetas para ver a qué tipo de pescado se refiere ya que todo exceso se paga.
El mercurio que vamos ingiriendo a lo largo de los años se irá acumulando en nuestro organismo. Si las cantidades son excesivas actúa como una neurotoxina y mata células cerebrales, lo que afectaría a las capacidades motoras, a la memoria y la concentración.
Los niveles se miden por el cabello y en la sangre, y hay que empezar a preocuparse si se notan síntomas como temblores, entumecimiento de las extremidades, pérdida de memoria, de visión y de oído. Afecta también a la fertilidad y a la presión sanguínea, provoca ansiedad y depresión y se relaciona con un mayor riesgo de sufrir ataques cardíacos, seguramente por el papel que juega el mercurio en la oxidación de la grasa.
