Durante años, el cambio climático se ha asociado principalmente con olas de calor, incendios o sequías. Sin embargo, su impacto en el invierno es cada vez más visible y preocupante. Los inviernos son más cortos, menos fríos y con fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes. El invierno se ha transformado y afecta tanto al medio ambiente como a nuestra salud.
Es imprescindible entender los cambios en el clima y los desafíos y necesidades que esto genera en la salud pública.
Cambios en la transmisión de los virus
Los inviernos suaves y húmedos pueden hacer que virus respiratorios como la gripe, el virus respiratorio sincitial (VRS) o el SARS-CoV-2 circulen durante más tiempo o que los picos de contagio se desplacen. Este fenómeno explica por qué en los últimos años se han observado picos de infecciones respiratorias en meses inusuales, incluso en primavera o a finales del otoño.
Por contra, el clima templado y con mayor humedad puede no ser el ideal para algunos virus, además de ayudar a pasar más tiempo en exteriores, lo que reduce las posibilidades de contagio.
Más alergias en meses fríos
El cambio climático está modificando los ciclos de floración y polinización. Con inviernos más cálidos, algunas especies liberan polen antes o prolongan su actividad, lo que provoca síntomas alérgicos en meses tradicionalmente libres de polen.
Esto afecta sobre todo a personas asmáticas o con alergias respiratorias, que ya no tienen un “descanso invernal”. Además, la contaminación atmosférica, agravada por la calefacción y el tráfico, intensifica la respuesta alérgica y la irritación de las vías respiratorias.
Menor contraste térmico y menor estrés cardiovascular
Contar con una temperatura más suave durante el invierno puede reducir los episodios de vasoconstricción intensa, los picos de presión arterias y el estrés cardiovascular que provocan los cambios bruscos de temperatura, por ejemplo, cuando en la calle hace mucho frío y entramos a un sitio con calefacción. En este caso, el cambio climático en invierno puede favorecer a personas con cardiopatías, hipertensión o insuficiencia cardíaca.
No obstante, hay que recordar que el cambio climático no solo implica el aumento de las temperaturas, también frentes fríos repentinos y muy intensos que provocan descensos bruscos en las temperaturas. Estos cambios, además de aumentar el riesgo cardiovascular, puede exacerbar los síntomas de enfermedades como el asma o la EPOC.
Fenómenos extremos y riesgos domésticos
El cambio climático también intensifica tormentas, nevadas y lluvias torrenciales. Estos episodios pueden provocar caídas, cortes de energía o aislamiento de comunidades rurales. En muchos casos, el uso inadecuado de calefactores o braseros en momentos de frío extremo conlleva intoxicaciones por monóxido de carbono, una de las principales causas de urgencias invernales.
Adaptarse al nuevo invierno
- Frente a esta realidad, los expertos recomiendan reforzar las estrategias de prevención sanitaria y adaptación climática. Algunas medidas clave incluyen:
- Seguir las recomendaciones de vacunación contra la gripe y otros virus respiratorios.
- Control de la calidad del aire y ventilación incluso en días fríos.
- Hogares energéticamente eficientes y bien aislados.
- Planes de protección frente a olas de frío o contaminación.
- Información pública clara sobre los nuevos riesgos invernales.
Estas acciones permiten reducir el impacto sanitario del cambio climático y aumentar la resiliencia de la población ante los cambios estacionales.