La estimulación cerebral profunda es una técnica que sirve para enviar impulsos eléctricos al cerebro. Consiste en la introducción de electrodos en zonas concretas del cerebro para que reciban estímulos eléctricos de un neuroestimulador. Este procedimiento también es conocido como estimulación directa transcraneal.
Esta terapia está aprobada para el tratamiento de síntomas neurológicos, en particular, de aquellos relacionados con el movimiento. El temblor, la rigidez, el agarrotamiento y los movimientos lentos son algunos de los problemas para los cuáles puede utilizarse esta intervención. En concreto, enfermedades como el Parkinson se han visto beneficiadas por esta terapia a la hora de reducir el impacto que supone para los pacientes no poder andar adecuadamente o sufrir temblores en las manos.
El proceso de la cirugía de estimulación cerebral
El primer paso para llevar a cabo una terapia de estimulación cerebral es realizando una resonancia magnética. Esta prueba diagnóstica permitirá al médico determinar cuáles son las áreas cerebrales que reciben señales eléctricas nerviosas que provocan problemas de motricidad, como, por ejemplo, el temblor del cuerpo o la rigidez en los movimientos de la mano. Estas zonas serán a las que habrá que enviar impulsos eléctricos a través de la estimulación cerebral.
Una vez identificadas las zonas a tratar llega el paso de la implantación de los electrodos en el cerebro. Tras adormecer el cuero cabello un fino alambre se inserta en el cerebro y la maquina que envía impulsos eléctricos, el neuroestimulador, se implanta cerca de la clavícula. Para conectar entre si estos aparatos se hace una pequeña incisión detrás de la oreja para pasar el cable de electrodos desde el cráneo y conectarlo con el neuroestimulador.
Una vez instaladas las herramientas comenzará el proceso. El paciente siempre debe estar despierto para que mientras se envían descargas eléctricas el cirujano y el neurólogo le hagan preguntas de comprobación. De esta manera, los doctores pueden saber si están enviando señales eléctricas a las áreas adecuadas del cerebro.
Durante la terapia de estimulación profunda el cerebro recibe estas señales como una indicación para liberar trifosfato de adenosina. Este compuesto es clave en la generación de energía celular y está presente en las células de todo ser viviente. Al segregar más trifosfato de adenosina ocurre una acumulación de adenosina que desencadena una serie de acciones en el organismo capaces de reducir los temblores u otros eventos relacionados con el movimiento.
Toda cirugía tiene sus riesgos y por eso es importante que el médico ofrezca toda la información al paciente que va a pasar por una estimulación cerebral profunda. La realización de agujeros para implantar electrodos en el cráneo y la implantación de un neuroestimulador que contiene baterías en la piel son métodos invasivos para el organismo del ser humano. Por ello, deben conocerse los riesgos para considerar detenidamente si al paciente le compensa la intervención. El sangrado del cerebro, un accidente cardiovascular, problemas respiratorios, dificultades cardiacas y convulsiones son algunas de las posibles consecuencias que conlleva la estimulación cerebral.
La estimulación cerebral no daña los tejidos del cerebro y solo ataca a las células nerviosas, en consecuencia, el procedimiento es capaz de inhibir las señales eléctricas que reciben determinadas áreas del cerebro. No obstante, el hecho de que los pacientes noten una reducción de los síntomas, no evita la necesidad de continuar medicándose. Sí es cierto que gracias a este procedimiento numerosos pacientes pueden reducir su medicación, y, en consecuencia, los efectos secundarios que los fármacos provocan también disminuyen.
Impulsos eléctricos para curar enfermedades mentales
El uso de la estimulación cerebral en pacientes con depresión, esquizofrenia u otras enfermedades de la mente está cada vez más asentado. La Unidad de Esquizofrenia Resistente del Servicio de Psiquiatría del Hospital Sant Pau, de Barcelona, presentó en 2020 el primer ensayo a nivel mundial que investiga la utilización de la estimulación cerebral profunda en pacientes con esquizofrenia resistentes al tratamiento. Por el momento, el estudio ya ha podido presentar resultados que establecen que 4 de cada 8 pacientes intervenidos desvelan haber notado la desaparición de delirios, e incluso, algunos pacientes aseguraban que las alucinaciones también dejaron de presentarse.
Otros ensayos clínicos también han determinado resultados positivos frente a la depresión, e incluso, contra la anorexia. El Hospital de Mar de Barcelona inició un ensayo clínico para comprobar la utilidad de la estimulación profunda en la anorexia nerviosa. Según la investigadora y miembro del equipo de trabajo, Gloria Villalba, la estimulación cerebral es “una técnica segura, sin problemas asociados al acto quirúrgico” y que “tres de los cuatro pacientes con anorexia nerviosa han tenido una respuesta satisfactoria, con ganancia de peso en los tres casos, aunque variable”.