Aunque la bursitis parezca una patología desconocida, es un problema bastante común en nuestra población, sobre todo, en el ámbito de la medicina deportiva. Y, aunque en ocasiones pueda confundirse con la tendinitis, lesión que afecta a los tendones, la bursitis causa la inflamación de la bursa, una “bolsa” que contiene líquido sinovial y que impide que el hueso roce con los tejidos blandos que rodean la articulación cuando ésta se mueve.
¿Qué es la bursitis?
Como hemos indicado anteriormente, nuestras articulaciones contienen una especie de “saco” pequeño donde se encuentra un líquido, cuya función es disminuir la fricción de los huesos con los tejidos que rodean las articulaciones cuando éstas se mueven (hombros, tobillos, cadera, codos…).
Si este movimiento es persistente y se produce de manera continuada, se produce una inflamación de la articulación, debido al desgaste del líquido sinovial contenido en la bursa. Se trata de una lesión muy frecuente en aquellas personas por razones profesionales o deportivas utilizan de manera reiterada una determinada articulación.
Asimismo, la aparición de bursitis también puede estar asociada a otras enfermedades que veremos a continuación.
¿Cuáles son las principales causas?
La bursitis puede estar producida por diferentes causas, sin embargo, podríamos clasificarla en dos principales grupos:
- Bursitis traumática: hace referencia al tipo de lesión que se produce debido al movimiento repetitivo de una misma articulación, traumatismos, sobrecargas musculares o presión prolongada y excesiva sobre una articulación. Un ejemplo podría ser el caso de los futbolistas y la bursitis del tendón de Aquiles (talones), lanzar un balón repetidas veces como ocurre en el balonmano o las tareas de jardinería.
- Sistémica: hablamos de bursitis sistémica cuando las lesiones están asociadas a enfermedades como la artritis reumatoide, heridas, infecciones, diabetes o problemas de tiroides.
A su vez, la bursitis puede ser aguda o crónica. Hablamos de aguda cuando la articulación adquiere un tono rojizo y una temperatura superior al resto de las partes del cuerpo. Además, este tipo de bursitis se presenta de forma repentina y suele ser dolorosa.
Por el contrario, la crónica, suele ser el resultado de una bursitis aguda o de una lesión previa en las articulaciones. Si su aparición está causada por una lesión, la articulación está hinchada y el paciente sentirá dolor, provocando, en los casos más graves, una atrofia muscular.
Síntomas
Los síntomas de la bursitis varían dependiendo de la zona del cuerpo o articulación que esté afectada. Los principales son:
- Dolor articular y sensibilidad en la parte del cuerpo que rodea la articulación al moverla o presionarla.
- Rigidez, reduciendo la libertad de movimiento.
- Enrojecimiento e irritación de la zona afectada.
Tratamiento
En la mayoría de los pacientes, la bursitis normalmente desaparece con el tiempo sin la necesidad de un tratamiento específico. Sin embargo, el primer paso para tratar la bursitis es reducir el dolor y la inflamación de la articulación. Para ello, el especialista puede prescribir antiinflamatorios como el naproxeno o el ibuprofeno.
Si la bursitis es aguda y no presenta infección, la solución será evitar sobreesfuerzos, guardar reposo y aplicar compresas frías en la zona afectada con el objetivo de reducir la inflamación.
En cuanto a la bursitis crónica no infecciosa, el tratamiento será similar al anterior. Sin embargo, si el reposo no tiene efecto, el paciente deberá ser tratado con otros métodos más agresivos como la fisioterapia intensiva o las inyecciones de corticosteroides.
En el caso de que la bursa esté infectada, será necesario hacer una extracción del líquido sinovial y tomar antibióticos.