La enfermedad renal crónica (ERC) constituye un problema de salud pública a nivel mundial. Afecta a uno de cada 7 españoles, siendo los varones los que tienen más probabilidades de padecerla. Suele afectar a una edad avanzada y a aquellas personas que tienen ya una enfermedad cardiovascular.
¿Qué es la Enfermedad Renal Crónica?
La enfermedad renal crònica (ERC) es una alteración de los riñones que los inhabilita. Por tanto, no pueden realizar la función de eliminación de productos de deshecho del organismo a través de la orina. Se produce una pérdida lenta de la función de los riñones y puede durar de meses a años. Sin embargo, no se presentarán síntomas de enfermedad renal crónica hasta que los riñones dejen de trabajar.
Esta enfermedad es también conocida como nefropatía crónica y disminuye la función de filtrar la sangre. Si la enfermedad renal crónica empeora, los niveles de acumulación de los productos de desecho en la sangre pueden ser altos y esto puede ocasionar malestar.
Por tanto, existe una relación entre la enfermedad renal crónica y las enfermedades cardiovasculares. Según algunos estudios, el 20% de las personas que sufren ERC desarrollan anemia, lo que empeora el pronóstico de la enfermedad.
Causas de la Enfermedad Renal Crónica
La ERC se caracteriza por su relación con la diabetes, la presión arterial alta o la hipertensión. Estas causas son las responsables de dos de cada tres casos de ERC. Además de estas afecciones, existen otras causas que afectan a los riñones y que podrían desembocar en la etapa final de Enfermedad Renal Crónica conocida como Enfermedad Renal Terminal.
Estas afecciones son los trastornos autoinmunes, defectos de nacimiento, exposición a productos químicos, lesiones del riñón, infecciones o cálculos renales, la toma frecuente de medicamentos calmantes o nefropatía por reflujo.
La ERC conlleva una acumulación de líquido y productos de deshecho en el cuerpo y se genera por tanto presión arterial alta, hemogramas bajos y debilidad de los huesos.
Síntomas y tratamiento de la ERC
Generalmente, la ERC no da síntomas hasta que fallan los riñones. Por ello, a menudo, solo se diagnostica por analíticas de rutina, con aumentos de urea o creatinina en sangre. La anemia puede ser uno de los síntomas junto con la presión arterial y la mala circulación de la sangre.
Para tratar la ERC será necesario tratar primero la enfermedad causante como la diabetes o la hipertensión arterial. Se recurre a fármacos y a un control constante de la presión. La dieta debe ser parte fundamental del tratamiento ya que evitará complicaciones.
Esta enfermedad solo se puede prevenir mediante las analíticas frecuentes en las que se tengan en cuenta parámetros de control de la función renal en sangre y orina.