La fiebre amarilla es una enfermedad viral transmitida por mosquitos que puede causar desde síntomas leves hasta graves complicaciones, incluyendo la muerte. A lo largo de la historia, esta enfermedad ha sido responsable de diversas epidemias y sigue siendo una preocupación de salud pública en varias regiones del mundo.
En concreto, según explica la Organización Mundial de la Salud (OMS) hay 34 países de África y 13 de América Central y del Sur en los que esta enfermedad es endémica en todo el país o en algunas regiones. No obstante, la entidad asegura su preocupación con respecto a la falta de notificación, pues calcula que el número real de casos es entre diez y 250 veces mayor de lo que se notifica actualmente.
Por qué fiebre amarilla
La fiebre amarilla es causada por un virus del género Flavivirus y se transmite principalmente a través de la picadura de mosquitos infectados del género Aedes y Haemagogus. Estos mosquitos suelen habitar en zonas tropicales y subtropicales, donde las condiciones climáticas favorecen su reproducción y supervivencia. El nombre fiebre amarilla se debe a la ictericia que algunos pacientes desarrollan, lo que hace que su piel y ojos adquieran un tono amarillento.
El virus se encuentra en áreas urbanas y selváticas. En las zonas urbanas, el mosquito Aedes aegypti es el principal vector, mientras que en áreas selváticas, los mosquitos Haemagogus y Sabethes juegan un rol significativo en la transmisión. Además, esta enfermedad puede afectar a varios tipos de primates, lo que facilita la propagación de la enfermedad entre los humanos y los animales.
La vacunación es la medida preventiva más eficaz, ya que proporciona inmunidad de por vida en la mayoría de los casos y es obligatoria para los viajeros que se dirigen a zonas endémicas. Además es crucial implementar medidas de control de mosquitos, como el uso de repelentes, mosquiteros y la eliminación de criaderos de mosquitos en áreas residenciales y públicas.
Síntomas de la fiebre amarilla
Los síntomas de la fiebre amarilla varían ampliamente, desde formas leves hasta presentaciones graves y potencialmente mortales:
- En la fase inicial, que suele comenzar entre 3 y 6 días después de la picadura del mosquito infectado, los síntomas pueden ser inespecíficos y similares a los de otras enfermedades virales. Se puede experimentar fiebre alta repentina, dolor de cabeza intenso, dolor muscular -sobre todo en espalda-, escalofríos, pérdida de apetito y náuseas y vómitos. Estos suelen durar entre 3 y 4 días.
- En aproximadamente el 15% de los casos, la fiebre amarilla puede progresar a una fase más grave después de un breve período de remisión. En esta etapa, los síntomas pueden incluir: ictericia, dolor abdominal y vómitos -a veces con sangre-, sangrado de la nariz, encías o en el tracto gastrointestinal, disfunción renal y hepática y fallo multiorgánico. La tasa de mortalidad en esta fase grave puede ser alta, alcanzando hasta el 50% en algunos brotes.
Tratamiento para la fiebre amarilla
No existe un tratamiento antiviral específico para la fiebre amarilla. El manejo de la enfermedad se centra en el alivio de los síntomas y el apoyo a las funciones vitales del paciente. Esto puede incluir la administración de líquidos intravenosos, transfusiones de sangre, y cuidado intensivo en casos severos. La prevención mediante la vacunación y el control de los mosquitos sigue siendo la mejor estrategia para combatir la fiebre amarilla.
Asimismo, la OMS inició como respuesta la estrategia mundial para poner fin a las epidemias de fiebre amarilla 2017–2026 (estrategia EYE). Fue desarrollada en respuesta a dos brotes de fiebre amarilla urbana: uno en Luanda (Angola) y el otro en Kinshasa (República Democrática del Congo), que también generaron casos exportados a otros países, entre ellos China. Está previsto que, para finales de 2026, casi 1.000 millones de personas estén protegidas contra la fiebre amarilla a través de la vacunación.