Se debe evaluar los procesos asistenciales y de gestión que se han introducido, modificado o aplazado durante la crisis del coronavirus a fin de valorar el mantenerlos o su posible eliminación. Asñi de contundentes se han mostrado varios expertos reunidos en el encuentro digital “La Cultura del ‘No hacer’ en el post Covid-19”, organizada por la Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA), con la colaboración de Vifor Pharma, El objetivo de esta medida, señalan, es contribuir a la máxima eficiencia del sistema sanitario en un momento en el que la pandemia está poniendo a prueba su fortaleza y ante la incertidumbre de la situación económica general.
Se trata de Boi Ruiz, ex conseller de Sanitat de Catalunya y profesor de la Universidad Internacional de Cataluña (UIC); María José Pérez Boillos, directora técnica de Sistemas de Información, Calidad e Innovación del Servicio de Salud de Castilla y León, y Calixto Andrés Sánchez Pérez, jefe de Servicio de Anestesiología y Cuidados Intensivos Quirúrgicos del Hospital de Elda (Alicante), que han apostado por instaurar la cultura del “No hacer” en el sistema sanitario, que, además de actuar en pro de su eficiencia, estudie la posible repercusión clínica negativa de algunos procesos.
Organismo independiente de evaluación
Durante el encuentro digital se ha planteado la creación de un organismo centralizado que evalúe tales procesos asistenciales y de gestión o la coordinación entre entidades regionales destinadas al mismo fin. Esta red, a juicio de Boi Ruiz, debería ser independiente de las administraciones y servicios asistenciales a los que analizara, con responsables y estructuras estrictamente profesionales y técnicas.
“Este órgano independiente debería evaluar los proyectos ya existentes como el No Hacer de Castilla La Mancha o el Esencial de Catalunya u otros y coordinar su generalización. Existen muchas iniciativas y el problema está en la evaluación desde unos mismos criterios y en la generalización, si los resultados son buenos, de las mejores prácticas, incluso ajustando la cartera de servicios del catálogo de prestaciones públicas”, ha agregado.
Los expertos han puesto sobre la mesa la necesidad de implementar herramientas para que profesionales sanitarios puedan acometer adecuadamente los procesos asistenciales vinculados con las estrategias «No hacer». Además, en el curso del encuentro se ha destacado la necesidad de protegerles legalmente en referencia a nuevas aproximaciones. Como ejemplo, se ha puesto el de la teleasistencia, que se ha generalizado durante y tras la pandemia y puede dejar desamparados a quienes recurran a ella con sus pacientes en caso de presentarse algún problema, al no estar regulada y reconocida como “acto médico”.
“Lo que no se hace en el sistema sanitario es tan importante como lo que se hace” es una afirmación en la que han coincidido los participantes en la jornada. Francisco Dolz, gerente del Departamento de Salud de Valencia – Hospital Doctor Peset y presidente de la Agrupación de SEDISA Levante, ha señalado que “se estima que las prácticas clínicas que no aportan valor real al sistema sanitario consumen entre un 25 y un 33% de sus recursos”.
Patient Blood Managment
Otro de los ejemplos expuestos durante el encuentro digital sobre la importancia de la cultura del “No hacer” es la estrategia PBM (Patient Blood Managment), cuyo objetivo es un uso más eficiente de las reservas de sangre y hemoderivados. Según Calixto Sánchez Pérez, “hay cinco razones para ello: la escasez en su suministro; la forma en que se utilicen, que puede conllevar un mayor coste asistencial; su nivel de seguridad, pese a que en España es extraordinaria; cuestiones de calidad y eficacia, y, sobre todo, la evolución clínica de los pacientes, que mejora si se emplea la sangre de forma adecuada”.
Para este experto, la puesta en práctica de estrategias PBM tiene aparejados una serie de beneficios, principalmente la reducción de transfusiones, mortalidad, estancias hospitalarias, reintervenciones quirúrgicas, readmisiones, complicaciones y costes: “Somos un país que, en general, hace un buen uso del manejo de la sangre y sus hemoderivados, pero no tenemos una guía estatal al respecto. Hacen falta políticas a nivel nacional de ‘No hacer’ para ir más allá de la buena voluntad de los profesionales. Y no sólo por el coste-oportunidad, por los ahorros, sino porque tiene una repercusión clínica muy importante”.