El ictus se produce cuando los vasos sanguíneos no suministran la sangre necesaria al cerebro. Dependiendo de la causa que lo provoque diferenciamos dos tipos de ictus: si se produce por la obstrucción de un vaso sanguíneo es lo que conocemos como ictus isquémico. En cambio, si el origen es la rotura del vaso, entonces hablamos de ictus hemorrágico.
A pesar de ser la segunda causa de mortalidad en nuestro país, 2 de cada 3 personas que sufren un ictus, sobreviven. Sin embargo, no todos se producen con la misma intensidad y el 25% de los ictus se dan con tanta levedad que pueden pasar desapercibidos para la persona que los sufre.
Se estima que se da con mayor frecuencia en personas cuya edad está comprendida entre los 55 y 75 años y, por lo general, suelen afectar más al sexo femenino. A pesar de su levedad, el ictus silente o accidente isquémico transitorio (AIT), nombre con el que se le conoce, puede tener graves consecuencias y más aún si no se les aplica el tratamiento adecuado. Es muy importante tener en cuenta sus síntomas así como los factores de riesgo que incrementan la posibilidad de sufrir este tipo de lesión como son la diabetes, antecedentes familiares, tabaco, alcohol o un accidente cerebrovascular previo.
Síntomas de ictus leve
Los síntomas se dan en menor medida y en la mayoría de los casos suelen durar de 1 a 2 horas, pero en caso de que la sintomatología persista, no suele ser superior a un período de 24 horas.
Es común que la persona que sufra un AIT experimente:
- Cierta desorientación o confusión.
- Perdida de visión, aunque también es común una pérdida momentánea del resto de los sentidos.
- Dificultad para hablar o expresarse.
- Debilidad muscular llegando incluso a una pérdida de control de los esfínteres.
En caso de que se experimente alguno de estos síntomas, es de vital importancia acudir al médico y recibir el tratamiento necesario. Los daños cerebrales que ocasiona no suelen ser significativos, pero si pueden ser preludio de que se produzca un accidente cerebrovascular inclusive 3 meses después del AIT. Para minimizar este riesgo, es importante seguir las indicaciones del especialista, llevar un estilo de vida saludable (dieta equilibrada y ejercicio) y un adecuado manejo patologías subyacentes consideradas factores de riesgo como la diabetes.