Edad biológica como biomarcador frente a la edad cronológica

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Análisis de edad biológica

Existen dos tipos de edades para los seres humanos. La más conocido es la edad cronológica, que es la que se calcula desde el momento en el que nacemos. En cambio, existe también otro concepto para definir nuestra edad que es llamado la edad biológica.

La edad biológica mide el estado celular de un organismo y no tiene porque coincidir con la edad cronológica. De hecho, la edad de nuestro organismo puede también ser distinta según el órgano, y por ello, una misma persona puede contar con edades biológicas que difieren según la parte el cuerpo. A diferencia de la edad cronológica, la edad biológica de un individuo sí puede reducirse, es más, esta está influenciada por distintos factores como el estilo de vida.

Para hallar este tipo de medición biológica, los investigadores científicos han ido desarrollando biomarcadores que sirvan para hacer dicho cálculo. Consiste en analizar ciertos parámetros de los seres humanos para evaluar su nivel de envejecimiento real.

Los datos más utilizados para hacer esta medición han sido a través del análisis del ADN. Un ejemplo de ello es a través de la medición de reparación de células o la extensión de telómeros. En este sentido, existen ya compañías que ofrecen test de muestras de saliva para medir la edad biológica por medio de un análisis de estos factores.

Así lo hicieron también en su estudio investigadores del Grupo de investigación Neurovascular del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM). En esta investigación determinaron la edad biológica de pacientes ingresados por ictus analizando cambios en el ADN de sus genes, en concreto, observando el proceso de metilación de ADN.

Un indicador de nuestra salud

Conocer la edad biológica puede servir para tener una mayor conciencia del estado de salud de una persona. Así lo destaca el estudio anteriormente mencionado del Grupo de investigación Neurovascular del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) que confirma que cuanta mayor edad biológica, mayor es el riesgo de sufrir un ictus.

La investigación analizó las características de 600 pacientes ingresados en el Hospital del Mar tras haber sufrido un ictus sistémico. Los resultados revelaron que cada año de edad biológica acumulada respecto de la edad cronológica incrementa un 6% el riesgo de morir en un periodo de tres meses después de sufrir un ataque.

Por otro lado, el trabajo del IMIM también investigó la existencia de una correlación entre este marcador de la edad de los pacientes y el tipo de ictus que podrían sufrir. La principal conclusión a la que llegaron los investigadores fue que la edad biológica tenía un mayor impacto en el desarrollo de ictus aterotrombóticos en pacientes de 55 a 60 años de edad.

En contrapartida, en los cardioembólicos, más habituales en pacientes de mayor edad, la edad perdía peso como factor clave y su impacto no era claro. Esto significa que la edad biológica es un biomarcador relevante en pacientes más jóvenes que tienen edades biológicas superiores a su edad cronológica.

En este aspecto, la investigadora principal del estudio del IMIM, Carolina Soriano-Tárraga, explica que «en un paciente joven la edad biológica, el estilo de vida, tiene un mayor impacto, indica un envejecimiento más grande y un riesgo más elevado de mortalidad después de sufrir un ataque, así como una mayor severidad de las secuelas», asegura Soriano-Tárraga.

Incremento de la edad biológica causa del estilo de vida

Existen investigaciones que también ponen de relieve la influencia que tiene el estilo de vida en la edad biológica. Así lo puso de manifiesto un estudio de la Universidad de California en los Ángeles (UCLA), en Estados Unidos, y publicado en la revista ‘Sleep Health’. Los investigadores del UCLA estudiaron a 33 madres con edades comprendidas entre los 23 y los 45 años durante sus embarazos y el primer año de vida de sus bebés. Para ello, analizaron la edad biológica de las mujeres durante este periodo a través de un análisis de ADN.

La investigación halló que aquellas madres que dormían menos de 7 horas al día a los seis meses del parto, presentaron un año después del nacimiento, una edad biológica de tres a siete años mayor que la de las que dormían siete horas o más. Esto se vio corroborado con el hecho de que aquellas madres con menor edad biológica presentaban telómeros más cortos en sus glóbulos blancos. Un claro indicativo de la influencia del sueño, puesto que los telómeros son pequeños trozos de ADN cuyo acortamiento se relaciona con un mayor riesgo de cáncer, enfermedades cardiovasculares y con una muerte más temprana.

En consecuencia, el descanso mínimo de 8 horas, la alimentación y la actividad física pueden alterar el ADN y la edad biológica. Su importancia es tal, hasta el punto que esta investigación reveló que con cada hora de sueño adicional, la edad biológica de una madre disminuye. Aun así, los científicos de la investigación remarcaron que aunque el envejecimiento biológico acelerado vinculado a la pérdida de sueño puede aumentar los riesgos para la salud de las mujeres, no causa automáticamente daños en su organismo.

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